Como pasa a
cada rato, mi hija me sacó la alfombra de debajo de los pies esta mañana con
una conversación que inició cuando íbamos de camino a su escuela. Yo, afanada
por evitar el tapón de la avenida Ramírez de Arellano, y ella, que quería
llegar temprano porque se iba de gira al Museo del Niño. Entonces, empezó a
hablar, del dinero.
-“Yo quiero 900 billones. Mamá tienes
que jugar para que ganes 900 billones de dólares para que tengas mucho dinero
para comprar muchas cositas”, me dice mi hija.
-“Yo no juego”,
le contesto, mientras esquivo un hoyo en la carretera.
-“Abuelita
siempre juega. Ella va a tener muchos chavos porque siempre juega”, me responde
ella.
-“Sí, a tu
abuela le gusta, pero no hay que jugar para tener chavos. Es mejor trabajar y
ahorrar. ¿Por qué tú quieres chavos hoy?”, le pregunto.
-“Porque
quiero comprar muchas cositas en el supermercado, muchos chocolates, cosas para
mi cuarto, una puerta de color azul, un televisor, mucha ropa de chica, y todo.
Quiero ir otra vez a Disney”, me dice ella, casi sin parar.
-“Pero a mí no
me gusta jugar”, le contesto.
-“Mamá, jugar
es fácil. Abuelita juega con las carreras de los caballos que corren rápido.
Ella tiene un papel que escribe y siempre gana porque ella sabe mucho los
nombres que ganan”, me dice. Yo empiezo a reír y ella me espeta: “No te rías
mamá. Es verdad. Es de los caballos que son sus favoritos”.
-“¿Tu sabes quién
juega también? Abuelito”, le contesto, tratando de contener la risa, para que
no se moleste.
-“Si juegas
puedo tener 900 billones porque yo quiero comprarme un piano nuevo porque el
mío ya suena mal. El piano que quiero es que tiene una cola, color blanco,
mejor. Y también quiero comprar un chelo
lindo”, me dice.
-“Mariela, tú
tienes ya un piano y un violonchelo no hacen falta unos nuevos. Además, todas
esas cosas se consiguen si trabajas duro y si ahorras en el banco como cuando
vamos tú y yo. ¿Pero sabes algo? El dinero no es lo más importante. Hay muchas
personas que no tienen nada, pero son felices”, le digo yo.
-“Hay muchos niños
pobres, como en Haití. No tienen ropa, ni comida, y son tristes porque no
tienen comida. Es más importante la comida que el dinero”, me dice ella,
reflexiva.
-“Sí, pero
siempre hay quienes ayudan. Mariela, el dinero no es lo más importante en la
vida. El amor es lo más importante”, le contesto, tratando de elevar la conversación.
-“Bueno yo
quiero dinero, pero amor con el dinero”, me dice. “Cuando tienes poquito dinero
la gente no te quiere. Y cuando tienes mucho dinero la gente te quiere. La
gente te ama cuando tienes mucho dinero”.
-“Mariela la
gente que sólo te buscan por dinero, no te quieren. Son interesados. Esas
personas tienen el corazón vacío”, le digo.
-“Bueno Mamá, es
verdad, el amor es lo más importante, pero también los 900 billones”, me dice.
Y yo, pensando
en que nuestros niños viven bombardeados por la publicidad que los impulsa a
comprar y a tener, en esta sociedad de consumo extremo, pienso que no es fácil.
Tengo que darle clases desde ya para que aprenda de finanzas personales. Que
aprenda a ahorrar, invertir y sí, a gastar, pero con sabiduría.
Este medio de
intercambio para el pago de bienes,
servicios y obligaciones es, sin duda, importante, pero no es todo en la vida.
Oprah Winfrey
dice “Todo en lo que te enfoques, se expande, y cuando te centras en la bondad
de la vida, creas más bondad. Oportunidades, relaciones, incluso el dinero
fluía hacia mí cuando aprendí a ser agradecida sin importar lo que pasara en mi
vida”. Pienso que ese es mi enfoque para que mi hija aprenda a estar agradecida
con los 900 billones de bendiciones que recibe a diario. Quizás algún día, así también
le lleguen los 900 billones de dólares con los que sueña.
No comments:
Post a Comment