Friday, May 11, 2012

Mi regalo en el día de las madres: amigas entrañables



El regalo más inesperado lo recibí ayer de parte de mi amiga, la periodista Carmen Millán-Pabón. Me emocionó, me hizo llorar, y sinceramente, me dejó sin palabras. Confieso que lloré tanto y tanto, que mi cara se puso como la de "elephant man": ojos rojos como tomates, párpados hinchados y, nariz enorme tipo Ruth Fernández (donde cabe sala-comedor y cocina).

Una nunca espera regalos, y menos de este tipo. De hecho, soy de las que nunca espero nada y no recibo este tipo de cosas, por eso mi sorpresa al saber que el amor y la amistad de tantos años sigue ahí. Y que, aún en la distancia, hay gente que ve el esfuerzo y reconoce que todos los padres y madres de niños con alguna condición a veces nos las vemos negras, pero que sabemos encontrar la magia y la alegría a través de cada sonrisa, de cada gesto, de cada aliento de nuestros hijos.

Carmencita Millán es parte de mis amigas periodistas, del grupo que ella misma bautizó como las "Yo-yo" por su lema de "mantener el yo-yo arriba", frase optimista con la que todas decimos que al mal tiempo, buena cara. En este grupo de mujeres sabias, bellas y luchadoras que se formó hace años por la amistad que nos une y el amor a Carmencita, pertenecen también Gloria Ruiz Kuilan, Maricelis Rivera, Sarah Del Valle, Marga Parés, Femmy Irizarry y otras dos grandes, que aunque no son reporteras, se pasean entre ellas: Amarilis Figueroa, Maray Bonilla Martínez. Todas estas amigas me han visto en mi proceso con Mariela y con todas hemos llorado y reído con cada peripecia de nuestros hijos.

Me he dado cuenta, al ver este hermoso regalo de Carmencita, que soy bendecida de tener tantas amistades buenas y sinceras, que han estado conmigo paso a paso, y que no me abandonan. De la universidad, de mi profesión como periodista, ahora del campo de las relaciones públicas, y de tantos padres y madres con niños especiales como yo.


Tuesday, May 8, 2012

Existencialismo mañanero

Son tan sólo las 6:03 de la mañana. Lo sé porque lo leí en la esquina inferior derecha en la pantalla del televisor, sintonizado en el noticiero del Canal 4. Entre las noticias usuales de los tapones en la carretera, el informe del tiempo, el político corrupto del día y los asesinatos, salen las indescriptibles caras escuálidas de negros africanos. Famélico entorno familiar para los países donde nunca llega la abundancia, ni la comida, ni los Ipads.

Miro a la pantalla sin pensar que en medio del ajoro de vestirse y desayunar para iniciar la jornada diaria, me iría yo a topar con una pregunta existencialista de las que suele hacerme mi hija casi a diario.

-"Mamá, ¿Por qué no hay comida para los niños y las personas de Áfria y Haití". me preguntó, dejándome sin aire.

Inahlé. Pensé. Y luego dije: "Es que hay una cosa que se llama capitalismo desmedido, que significa que hay poquitas personas en poquitos países que tienen muuuchooo dinero y muuuchaa comida, pero hay una mayoría de las personas que no tienen ni dinero ni comida. Eso es lo que pasa".

Pensé que era la mejor forma de resumirle en su idioma más sencillo las teorías, los libros, las utopias y las dialécticas.

-"Mamá, ¿Y por qué la gente no comparte? Hay que ocmpartir. Es bien fácil mamá", me dice ella, con la inocencia que no puede ocultar la certeza sabia y recta de sus palabras.

Sentí la punzada en el centro del corazón. Sí, esa misma que te aprieta el pecho a la vez que te lo engrandece de emoción y te empuja a salir una que otra lagrimita, pero no lloré. Sonreí y la miré, sabiendo que ella está clara.

Todo es sencillo en la vida. Somos los adultos los que lo complicamos todo.