No sé si esto es normal o es simplemente una manifestación de dependencia
o codependencia, o ambas cosas, pero lo cierto es que extraño a mi hija.
Llevo sólo tres días separada de la nena y ya no aguanto más. Estoy
deseosa de verla, de abrazarla y besarla. No puedo esperar a que me haga sus
cuentos, a que me salga con sus ocurrencias, a verla bailar y berrear con esa
sonrisa cada vez que siente que es María Callas, o mejor dicho, Katy Perry. Y por
qué no, hasta espero que me tire alguno de sus gritos cuando le sale lo de
voluntariosa, mostrándome como si fuera un espejo de que lo que hacía en esa
edad con mi madre. Y aunque he hablado todos los días con ella y he recibido
sus mensajes de texto y ella los míos, no es lo mismo.
Simple y llanamente extraño a mi hija.