-“Mamá me duele el brazo. Me duele, me duele”,
así, y con lágrimas en sus ojos, a gritos, se levantó mi nena esta mañana,
mientras caminaba, frotándose el brazo.
Corrí a su lado, le puse crema, le dí el masaje
que suelo hacerle en las mañanas cuando se levanta así desde bebé, y le dije
que se le pasaría el dolor. Media hora más tarde, todavía decía que le dolía.
-“Es que me duele mamá”, decía ella, al rato.
Luego le unté una de esas cremas que le compro a un artesano, que apesta a eucalipto o a mentol,
y que penetra la piel para calentar esos músculos fríos.
Casi siempre es así cuando ella se levanta en
las mañanas, luego de una semana de mucha actividad. O si el día antes tuvo que
hacer algún esfuerzo fuera de lo normal le duele el brazo, o la mano, o la
pierna. Y yo corro con la cremita, el Ben Gay, Icy Hot o el mentol, y la sobo y
sobo y sobo hasta que se le pasa. Muchas veces es cuestión de calentarle el
músculo para que pueda hacer cosas sencillas como levantarse de la cama, lavarse
la boca o peinarse en las mañanas. Otras, como hoy, sigue entumecida por varias
horas.