Esto es un
relato de la vida real. Ocurrió hace apenas 15 minutos.
7:46 a.m.
-“Mamá, estoy bella hoy para educación física. Me
encanta esta pulsera rosa que me regalaste con el corazón. Ay Mamá, llegamos a
la escuela rápido y estamos bien. Son las 7:46 así que llegué temprano”, me
dice Mariela.
-“Si hija, pero sabes que tienes que avanzar a
vestirte por la mañana. Pierdes demasiado tiempo mirándote en el espejo y tu
entras a las 7:50. Yo no puedo seguir con este ajoro tan temprano, ya me duele
el pecho. Me va a dar un ataque al corazón si sigo ajorándote para que avances.
No me gusta que llegues tarde”, le digo yo en mi melodramática cantaleta
mañanera. Y admito en mi mente que eso de exagerada y dramática de mi hija
salió de mí.
-“Ok Mamá, pero faltan tres minutos para que toque el timbre
así que estoy temprano. No es nada. Estamos bien. Estoy temprano”, me dice, la
contrayá muchachita.
-“Adiós hija hermosa. Arréglate el uniforme de
educación física y si sudas mucho, te lavas la cara antes de volver al salón de
clase. Abuelita te va a buscar hoy y a llevarte a la terapia que yo tengo una reunión.
Nos vemos después vida mía. Dios te bendiga”, le digo.
-“Adiós Mamá. Sólo dame dos besos no cien como me das.
Bendición’, me dice, con su único beso y se va con el bulto, la mochila y la
lonchera.