Esto es un
relato de la vida real. Ocurrió hace apenas 15 minutos.
7:46 a.m.
-“Mamá, estoy bella hoy para educación física. Me
encanta esta pulsera rosa que me regalaste con el corazón. Ay Mamá, llegamos a
la escuela rápido y estamos bien. Son las 7:46 así que llegué temprano”, me
dice Mariela.
-“Si hija, pero sabes que tienes que avanzar a
vestirte por la mañana. Pierdes demasiado tiempo mirándote en el espejo y tu
entras a las 7:50. Yo no puedo seguir con este ajoro tan temprano, ya me duele
el pecho. Me va a dar un ataque al corazón si sigo ajorándote para que avances.
No me gusta que llegues tarde”, le digo yo en mi melodramática cantaleta
mañanera. Y admito en mi mente que eso de exagerada y dramática de mi hija
salió de mí.
-“Ok Mamá, pero faltan tres minutos para que toque el timbre
así que estoy temprano. No es nada. Estamos bien. Estoy temprano”, me dice, la
contrayá muchachita.
-“Adiós hija hermosa. Arréglate el uniforme de
educación física y si sudas mucho, te lavas la cara antes de volver al salón de
clase. Abuelita te va a buscar hoy y a llevarte a la terapia que yo tengo una reunión.
Nos vemos después vida mía. Dios te bendiga”, le digo.
-“Adiós Mamá. Sólo dame dos besos no cien como me das.
Bendición’, me dice, con su único beso y se va con el bulto, la mochila y la
lonchera.
Abro la puerta de mi casa y suena el teléfono. Es de
la escuela. El corazón brincó un latido e inhalo, esperando que no sea nada
malo. Suena la voz de Mariela.
-“Mamá, la maestra Patricia me dijo que debía ponerme
el uniforme regular para ir la una gira a San Juan. Yo tengo el de educación
física. Por favor, trae el uniforme porque tengo que estar exacta y bella”, me
dice.
-“¿Exacta y bella? “, le pregunto yo con ganas de reír
no sé si de rabia por tener que volver a esa hora a la escuela o de gracia por
la ocurrencia de ella. “Te lo dije Mariela. Tenías que ponerte el uniforme
regular con la falda y el chaleco pero tu querías el de educación física. ¿Ves
que no me haces caso?”, salgo yo con la cantaleta.
-“Mamá, ya sé. No importa, pero necesito el uniforme
porque tengo que estar siempre bella”, me dice.
-“Ok, voy”, le respondí. Nada más que decir. Corro a
buscar los zapatos negros, la falda, la camisa y el chaleco. Tiene que estar
bella.
Volé a la escuela. Mágicamente vi como si fuera la
película de Jim Carrey en la que hace de Dios y con una mano logra que se
despejen las vías. Carretera limpia. Llegué en siete minutos con el paquete y
lo entregué en la oficina.
-“Esto es para Mariela”, le digo yo a la
administradora del colegio.
-“Sí ya sé. Ella dijo que tenía que estar exacta y
bella. Le explicamos que no era necesario, que podía quedarse con el uniforme
de educación física, pero sabemos que Mariela es coqueta”, me dijo.
-“Así es”, respondí. “Exacta y bella siempre”.
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