Tuesday, June 24, 2014

Piscóloga-mamá


Me acabo de graduar de piscología. No, no lo estudié. No tengo ni la toga ni el birrete, pero me gradué hoy de psicóloga-mamá.

Es un título que no te lo da ningún diploma, pero lo obtienes con mucha práctica, una buena dosis de paciencia y con mucho corazón. Es el momento “ajá” o el “Aha moment” como dice Oprah Winfrey, cuando sientes que te graduaste porque lograste arrancar una sonrisa de esa cara triste y llena de lágrimas de un hijo en pena. Eso me sucedió hace un rato con Mariela.

El piano, lo tiene desafinado. Por ahora no se puede afinar. Hay que esperar. No fue a su clase de piano de hoy con su adorada maestra Liza, porque ví que tenía alergia y estaba agotada. Y para colmo, cuando fue a practicar con el violonchelo, fue un caos. Se le partió la cuerda Sol y el arco del chelo se despegó.

“!Ay, Dios mío, no!”, gritó con un chillido que salió del alma, y yo salí corriendo hacia ella. “¿Mamá por qué me pasan estas cosas a mí, yo soy buena?”, me dijo desconsolada.

Epilepsia

Lo peor después del ataque fue saber el diagnóstico. No es la primera vez que recibo el resultado de una evaluación que me diga alguna condición que ella tiene, pero es igual de duro el saberlo cada vez que pasa. Este segundo diagnóstico se añade al anterior.

Epilepsia. Una enfermedad crónica provocada por su trastorno neurológico que le causó la lesión en el cerebro con la que vino al mundo, que hace que convulse por nada.

Le recetaron medicamentos. Nunca había tomado nada.

Es una Pachygyria o Paquijiria lo que tiene. Pachy significa paquete, me dijo la neuróloga. Es un paquete, una malformación que tiene en su cerebro, que le afecta el habla y lo tiene desde que nació. En el primer MRI que se le hizo de bebé no se notaba, ahora sí. Su cerebro se formó diferente.

“¿Qué parte de mi cerebro piensa?”, le preguntó a la doctora. Y ella le explicó que todo, lo que era la corteza, el cerebelo, las venas, los lóbulos y no sé qué más. Mi hija estaba fascinada con la explicación.


Entonces la miro bien y veo que es inteligente, bella y cariñosa.  Es, maravillosa. No tengo por qué preocuparme. Todo estará bien.

Sunday, June 8, 2014

Carta en tu graduación

Querida hija:

Hola Mariela. Cuando leas esto, tú como tantos miles de niños, adolescentes y jóvenes en Puerto Rico, estarás a punto de graduarte. Tú de tu sexto grado, y otros de octavo, de escuela superior o de universidad como tantos que se gradúan esta semana o lo hicieron la semana pasada. Imagino que al igual que yo, sus madres, sienten igual orgullo. Esa sensación indescriptible de saber que todo el esfuerzo, que todos los sacrificios, que toda la lucha, tiene un resultado. Todo valió la pena.

En realidad la graduación es un concepto, una idea, porque todos los días te gradúas en el eterno proyecto que son los retos de la vida diaria. La graduación es precisamente este proceso que continúa hasta el último día de la vida de una. No es el final de algo, sino el principio. Graduación es sinónimo de perseverar, de luchar y de no dejarte caer porque te levantas con tesón cada vez que algo sucede, y te superas. Eso, en esencia, hija mía, es el éxito en la vida.

Pero ¡qué difícil es hablar de tesón y de éxito en este país a nuestros hijos! En Puerto Rico, donde llevamos casi una década de escepticismo y falta de fe, es difícil hablar del futuro. Se nos dificulta hacerles entender que nuestro país vale, que hay que luchar por él y no rendirse. Sin embargo, la crisis social, económica y moral que habita en este archipiélago nos estruja en la cara que aquí no hay futuro, que nuestra alternativa es hacer como los 75,000 puertorriqueños que todos los años recogen sus bártulos y se van a otros sitios en busca de cosas tan simples como trabajo y calidad de vida.