Lo peor
después del ataque fue saber el diagnóstico. No es la primera vez que recibo el
resultado de una evaluación que me diga alguna condición que ella tiene, pero
es igual de duro el saberlo cada vez que pasa. Este segundo diagnóstico se añade al anterior.
Epilepsia. Una
enfermedad crónica provocada por su trastorno neurológico que le causó la
lesión en el cerebro con la que vino al mundo, que hace que convulse por nada.
Le recetaron
medicamentos. Nunca había tomado nada.
Es una
Pachygyria o Paquijiria lo que tiene. Pachy significa paquete, me dijo la
neuróloga. Es un paquete, una malformación que tiene en su cerebro, que le
afecta el habla y lo tiene desde que nació. En el primer MRI que se le hizo de
bebé no se notaba, ahora sí. Su cerebro se formó diferente.
“¿Qué parte de
mi cerebro piensa?”, le preguntó a la doctora. Y ella le explicó que todo, lo
que era la corteza, el cerebelo, las venas, los lóbulos y no sé qué más. Mi
hija estaba fascinada con la explicación.
Entonces la
miro bien y veo que es inteligente, bella y cariñosa. Es, maravillosa. No tengo por qué
preocuparme. Todo estará bien.
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