Querida hija:
Hola Mariela. Cuando leas esto, tú como tantos miles
de niños, adolescentes y jóvenes en Puerto Rico, estarás a punto de graduarte.
Tú de tu sexto grado, y otros de octavo, de escuela superior o de universidad
como tantos que se gradúan esta semana o lo hicieron la semana pasada. Imagino
que al igual que yo, sus madres, sienten igual orgullo. Esa sensación indescriptible
de saber que todo el esfuerzo, que todos los sacrificios, que toda la lucha,
tiene un resultado. Todo valió la pena.
En realidad la graduación es un concepto, una idea,
porque todos los días te gradúas en el eterno proyecto que son los retos de la
vida diaria. La graduación es precisamente este proceso que continúa hasta el
último día de la vida de una. No es el final de algo, sino el principio.
Graduación es sinónimo de perseverar, de luchar y de no dejarte caer porque te
levantas con tesón cada vez que algo sucede, y te superas. Eso, en esencia,
hija mía, es el éxito en la vida.
Pero ¡qué difícil es hablar de tesón y de éxito
en este país a nuestros hijos! En Puerto Rico, donde llevamos casi una década
de escepticismo y falta de fe, es difícil hablar del futuro. Se nos dificulta
hacerles entender que nuestro país vale, que hay que luchar por él y no
rendirse. Sin embargo, la crisis social, económica y moral que habita en este
archipiélago nos estruja en la cara que aquí no hay futuro, que nuestra
alternativa es hacer como los 75,000 puertorriqueños que todos los años recogen
sus bártulos y se van a otros sitios en busca de cosas tan simples como trabajo
y calidad de vida.
Y el reto es doblemente duro si se trata de una
familia con mamá como jefa, como pasa en casi el 35% de todos los hogares,
según los datos del último censo. Duro porque se está sola y porque es más
difícil todo. Duro también porque es sinónimo de pobreza y marginación. El 58%
de las familias bajo el nivel de pobreza están dirigidas por una mujer y más
del 80% de éstas sólo tienen como fuente de sustento los beneficios del
Programa de Asistencia Nutricional.
Es más fuerte aún si se trata de una familia como pasa en el 99% de aquellas con niños con algún impedimento, reto o discapacidad en el país, que son abandonados por sus padres y tienen que ser criados exclusivamente por su mamá, sin ayuda o sólo con la de los abuelos. No es fácil, pero se puede.
Por eso pienso que tu generación que se levanta
en Puerto Rico no será tan distinta a la de mis abuelos que también fueron
criados por mamás solas. Antes en miseria extrema, ahora en pobreza pero con
Facebook y YouTube. Quizás la tecnología y la Internet tengan algún efecto,
pero sé que tu generación será fuerte, independiente y con valor, porque la
vida misma los empuja hacia eso. Tienes que superarte para competir con los que
tienen acceso a todo y no lo valoran, o no comprenden su importancia.
Y por eso quiero decirte como te todas las noches
antes de dormir: Te quiero. Estoy orgullosa de ti. Creo en ti porque tú puede
lograr todo lo que quieras en la vida. Creo en ti. Pasado. Presente. Futuro.
Así es hija mía. Mientras escribo esto intento
predecir el futuro aunque nadie puede hacerlo. Los padres que lo intentan se
equivocan. No hay manera de saber si cuando un hijo crezca será policía,
médico, maestro, modelo, artista, escritor o matemático, independientemente del
desarrollo neurológico de los hijos porque los obstáculos y retos que Dios pone
en el camino a todos sus hijos e hijas son siempre distintos, nunca iguales. El
resultado de nuestras decisiones, buenas o malas, nos conducen por un camino
único a la experiencia propia de vida. Por lo tanto, es impredecible.
En este presente en tus 11 años, el verte tan
llena de vida, de energía y alegría, me contagia. Verte bailar, jugar a ser
Frida Khalo o la princesa pianista o la doctora de niños que también baila como
Beyoncé, con esas carcajadas contagiosas, no permiten menos que estar feliz por
ti. “Mamá soy bien feliz”, me dijiste hace unos días. En el día de tu
graduación, lo que quiero para ti es que esa alegría que habita en tu infancia
te acompañe en la adolescencia y la adultez.
Si nunca se conviertes en médico o artista, si
nunca te gradúas de la universidad y consigues un trabajo, si nunca aprendes a
leer con rapidez o si siempre necesitarás alguna ayuda para moverte o lo que
sea, pero eres feliz, entonces yo también seré feliz. Esta parte del futuro sí es
fija y totalmente predecible. Este futuro es inmutable porque contiene en sí
todas las posibles divergencias de mis "expectativas" que no tienen
importancia en comparación con tu felicidad. Mi meta es que seas feliz.
Puede que no sea capaz de predecir en lo que te
convertirás algún un día. Puede que no sea capaz de predecir hasta dónde va a llegar,
o cuánto vas a cambiar a partir de la hermosa niña que eres en este momento,
pero después de tantos retos, después de todos los ejercicios, las terapias y
las frustraciones, cuando el día de graduación me digas “estoy feliz
Mamá”, sabré que el tiempo ha sido bien
empleado.
Las palabras nunca logran expresar la
profundidad de mis sentimientos hija mía, el gran orgullo que siento de que te
superes, y el que con tu tenacidad le des en la cara a los que dudaron de ti, a
los que te menospreciaron, a los que no creyeron y te abandonaron. No hija mía,
tu no permites que nada te detenga. Eres
un ser excepcional y crecerás siendo una mujer de verdad, de esas que Puerto
Rico necesita para echar pa’lante de verdad.
Te quiero, mi hija. Estoy orgullosa de ti. Yo sí
creo en ti.
Mamá.
Esta columna fue publicada en El Vocero - el martes, 27 de mayo de 2014.
No comments:
Post a Comment