No sé si esto es normal o es simplemente una manifestación de dependencia
o codependencia, o ambas cosas, pero lo cierto es que extraño a mi hija.
Llevo sólo tres días separada de la nena y ya no aguanto más. Estoy
deseosa de verla, de abrazarla y besarla. No puedo esperar a que me haga sus
cuentos, a que me salga con sus ocurrencias, a verla bailar y berrear con esa
sonrisa cada vez que siente que es María Callas, o mejor dicho, Katy Perry. Y por
qué no, hasta espero que me tire alguno de sus gritos cuando le sale lo de
voluntariosa, mostrándome como si fuera un espejo de que lo que hacía en esa
edad con mi madre. Y aunque he hablado todos los días con ella y he recibido
sus mensajes de texto y ella los míos, no es lo mismo.
Simple y llanamente extraño a mi hija.
Creo que esto le debe pasar a la mayoría de los padres y madres, pero
siento que para aquellos como yo, que tenemos hijos especiales que requieren de
nuestra compañía y apoyo constante para todo en su vida, estar separado de un
vástago es como si le cortaran un brazo a una. Es que con mi hija hago todo. La
ayudo a comer, a amarrarse los zapatos, a lavarse los dientes o a limpiarla
cuando no puede moverse, como a veces le pasa a ella.
Mi vida gira por completo en torno a ella y lo que ella necesita. Trabajo
por que ella tenga lo que necesita y lucho por buscar lo que se le niega. El
hastío de las dichosas esperas por que salga de sus terapias o citas, la
paciencia que no tengo pero que me tiene que nacer cuando se tarde 30 minutos
en escribir una oración en una de sus tareas escolares y el ver la gente que no
entiende lo que ella dice cuando habla son parte normal para mi. Lo anormal es
lo que vivo días como hoy, sin tenerla a mi lado.
A pesar de que siempre he sido una persona tan independiente, siento que mi hija es parte indispensable de mi ser y la necesito. Necesito escuchar las carcajadas que se saca a diario y que son tan contagiosas que no puedo parar de reir con ella. Necesito sus abrazos fuertes y escuchar cada vez que ella me dice “I love you”.
Voy con ella para arriba y para abajo. Jugamos juntas con sus mascotas.
Me tengo que disfrazar como belly dancer o como dragón o como Angry Bird. O
tengo que pintarme la cara de verde como Frankie la de Monster High,
dependiendo del mood que ella tenga
ese día. Paños en la cabeza, pintura en la cara o cuanto collar me exija, me lo
pongo por el simple placer de verla reír y compartir con ella.
Imagino lo duro que debe ser para los padres que están separados de sus
hijos, por eso yo no me separo de la mía. La llevo a la oficina o al foro que
tenga que ir. Es mi compañía.
Y pienso que el tiempo pasa súper rápido, por eso hay que aprovechar
cada espacio y estar con los hijos. A pesar de lo complicado que puede ser la
vida, uno no puede permitir que sea el televisor o la computadora quien los
críe, los entretenga y de quien aprendan. Uno es madre o padre y no concibo
delegar esta responsabilidad y este privilegio a nada, por eso trato de estar
con ella para que en un mañana, cuando ella crezca, siempre sepa que su mamá
estuvo allí con ella para apoyarla.
Hay que respirar y vivir el ahora. El pasado ya se fue. Mi hija crece y
tiempo que pase sin ella es tiempo que me pierdo de verla florecer en una joven
hermosa. Mi mayor anhelo es verla convertida en una mujer segura, sensible y
compasiva, que sea autosuficiente, pero sobre todas las cosas, que ame y sea
feliz.
Y en el ínterin, me la gozo y aprendo de ella cada día.
Querida Mariela: en unas horas llego a casa con Dios por delante. Ya
mismo te veo. Te quiero.
que rico!!!!!!
ReplyDeleteAimee estoy loca por apretarla!!! Sabes como es eso
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