Si digo
que lloré de rabia, no miento. Las lágrimas brotaron de mis ojos por la rabia y
frustración. Y por la impotencia de saber que no va a pasar nada y de que todo
se quedará igual.
Acabo de
llegar de una gestión en la oficina del distrito de Guaynabo, que pertenece a
la Región de San Juan de Educación Especial. Lo llamo por nombre y apellido
porque estas dependencias del gobierno, especialmente en el Departamento de
Educación, tienen nombres largos como así de largas son las horas que uno tiene
que perder en burocracias interminables.
Respiro y
cierro los ojos para buscar en los recónditos espacios de la paciencia que se
me agota, la fuerza para combatir ante una mole que en vez de ayudar, se condensa
y va contra las madres y padres de niños especiales. Respiro y pienso en la
cara de mi hija y me salen las fuerzas de donde no las tengo.
Una se
mentaliza, se prepara para ir a Educación Especial. Esa es una de las tácticas
que las madres usamos con nosotras mismas para lidiar contra el sistema que
intenta aplastarte. Dificultad tras dificultad. Escollo tras escollo. Es como si
el universo conspirara para ponerte más barreras de la cuenta.
Lo primero que encaras es el estacionamiento. Tienes que llegar al “parking” del hospital llamado en spanglish Guaynabo Medical Mall que no tiene letreros ni luces suficientes y donde te pierdes. Te estacionas y subes dos pisos para entonces entrar por el estacionamiento trasero del cuartel de la Policía que ubica en el Centro Gubernamental. Sí, allí mismo donde está el Tribunal de Primera Instancia y la Colecturía…ah, y ASUME. Educación Especial está en ese mismo edificio, en un segundo piso. Resulta sorprendente que con tantas dependencias públicas el estacionamiento sea tan complicado.
La
oficina de Educación Especial lleva años localizada en un segundo piso de ese
edificio que no tiene ascensor. Mi amiga Marilyn - quien tiene una niña con
espina bífida que camina con suma dificultad porque usa dos mafos en cada
piernas y otra niña con otras condiciones- hace años que se dio por vencida y
nunca volvió a buscar ayuda para sus hijas. Hoy la recordé tanto cuando me
decía “¿Tú te crees que yo voy a subir con la nena? Si los empleados no quieren
bajar. Esto es ilegal. Ya me cansé de luchar”, me dijo hace como dos años. Hoy por poco me rindo, pero no. Como dice el
refrán, pensé “hoy no es el día”.
Subí las
escaleras y me senté en esa oficina que es la última del largo pasillo, a
esperar mi turno. Miré alrededor las cajas y cajas de papeles, archivos y
expedientes. Miles de papeles. Recordé a Gladys, la secretaria que se ponía las
uñas esculturales con diseños estrambóticos, vestía leggins de colores y mucho maquillaje, y que trabajó en esa oficina
por muchos años. Recordé que hasta hace poco fue la única empleada a cargo de
recibir querellas de padres, hacer referidos, enviar casos a las escuelas,
atender trabajadores sociales, los jueces administrativos y mil otras cosas.
Ella se había quedado sola en esa oficina porque los demás empleados fueron
botados por la Ley 7, pero a los pocos meses a Gladys le dio un infarto y
murió. Decían que fue por la carga excesiva de trabajo, tensiones y
frustración.
Habían
consolidado el distrito de Guaynabo con el Trujillo Alto, y ambos, en el
edificio Cobian’s en Santurce, donde aún hoy ubica la región de San Juan de
Educación Especial. Allá también escasean los empleados. Allá también las estibas de expedientes se
pierden y no aparecen. Allá también los empleados hacen de conserjes, maestros
y consejeros de padres cuando tienen algo de paciencia, y otras veces, de
amargados funcionarios que son locos porque sea la hora de salida. Yo entiendo
a la perfección que los empleados están sobrecargados de trabajo y sin
recursos.
Y lo que
pasa en San Juan se extiende a todas y cada una de las regiones del país. Hay
demasiado trabajo y no hay recursos. Los empleados no dan abasto. A pesar de
que el Departamento de Educación tiene un presupuesto mayor que los que reciben
unos cuantos países en el hemisferio, aquí el dinero para Educación Especial no
da. No da o es que lo desaparecen en otras cosas.
Educación
Especial es uno de los grandes misterios. Todo el mundo sabe que hay un
problema, pero no pasa nada. O es que desvían los fondos para otras áreas en Educación,
o para politiquería, o para pagar nóminas pero nunca se sabe. Y en el ínterin,
el servicio no existe y los niños se perjudican. Un niño que no recibe terapias
a tiempo, se atrasa en su proceso para lograr una vida independiente. De esto
saben las madres que se unieron al pleito de Rosa Lydia Vélez y las que
llegamos después para toparnos con lo mismo.
Lo que pasa en Educación Especial, es, en esencia, una de las mayores
violaciones a los derechos civiles que ocurre a diario en Puerto Rico, pero a
nadie le importa.
El actual
gobernador, consciente de esto, creó unos puestos de facilitadores, pero en mi
experiencia, fue añadir otro nivel de burocracia y todo se quedó igual. Por eso
fue que hoy, como siempre que me toca cuando vengo a Educación, tengo que
vestirme de paciencia porque nada cambió. Educación Especial, por más promesas
que hacen los gobiernos, sigue de mal en peor.
Mi mente
regresa de divagar del análisis macro y me concentro en el ahora, en las
estibas de expedientes en la mesa rota donde me recibió el empleado de
Educación Especial. El de mi hija no aparece entre esas cajas y cajas de
documentos. Quizás dentro de varias semanas lo encuentren.
Uno de los
empleados me dijo que es infrahumano el espacio laboral y yo concurrí con él.
Me dijo que les prometieron que mudarán en tres semanas la oficina de Guaynabo
al primer piso del edificio donde está Univisión. Pero él mismo me dijo que si
dijeron tres semanas, posiblemente sea dentro de varios meses. El pobre llegó
con dos carritos llenos de cajas con expedientes que traía de escuelas de
Trujillo Alto. “Uno tiene que hacer hasta de mensajero. ¡Qué le vamos a
hacer!”, me dijo, con resignación, mientras era interrumpido en varias
ocasiones por empleados que entraban y salían de su despacho. “Aquí no hay nada
de privacidad, ni tan siquiera cuando uno se reúne con los padres”, agregó.
Y yo
observaba y respiraba. Pensaba en que no debo quejarme porque hay muchos peores
que yo. Esa es otra de las tácticas que usamos las madres de niños especiales
cuando tenemos lo que yo llamo un “retito” de frente.
Pensaba
yo que soy afortunada porque tengo dos buenas piernas para caminar y moverme. Y
tengo una boca que no se calla, para defenderme. No estoy sola porque tengo a
mi hija que es mi apoyo y mi consuelo. Pensé en mi hija que me ha enseñado con
su ejemplo de perseverancia que todo se logra y que el impedimento real está en
aquellos con mentalidades cortas. Mi hija camina y se mueve, y puede deambular
conmigo de oficina en oficina, a exigir lo que en derecho le corresponde. Es difícil, pero no imposible.
¡Qué
difícil es para otras madres con hijos que no se pueden mover con facilidad!
Pensé en tantas amigas con las que comparto casi a diario, que hacen fuerzas
increíbles moviendo sillas de ruedas pesadísimas mientras limpian las babas de
sus hijos, o los alimentan por tubitos, y que también luchan contra el sistema.
Pensé en otras amigas con hijos con retardo mental que se les escapan corriendo
a buscarse en sus mundos propios, y ellas se les van corriendo para
aguantarlos, y aún así, luchan contra el sistema.
Salí de
esa oficina, cabizbaja y vi una hoja suelta en el piso. La levantó y leí que
decía: “Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca de frente un desafío que
pone a prueba nuestra voluntad”. Pensé que ese era Dios hablándome que no me
rinda, ni me frustre. Hay que seguir luchando.
Como padre de DOS hijas que ambas tienen hijos con Down Syndrome, tengo que solidarizarme con sus expresiones (aunque no siempre concuerdo con todo lo que escriba). Toda mi familia vive en el extranjero precisamente por la dificultad, NO, imposibilidad, de encontrar servicios para mis nietos.
ReplyDeleteY, SÍ, creo firmemente que fue Dios hablándole. Bendiciones y PACIENCIA.
WOW!!! Gracias por el comentario, viniendo de ti que tienes esa voz tan espectacular. MI padre toda la vida ha sido fanático de Los Hispanos y me hizo crecer con esa musica (claro, que era de la época de Charlie Vázquez porque sé que eres más joven) pero siempre escuché esa música y recuerdo cuando entraste a Los Hispanos. Me encanta tu voz. Gracias por el comentario y también por las diferencias porque de eso se trata la democracia.
ReplyDelete:-)
DeleteCompañera....estas son las historias de las cuales los analistos políticos del patio no quieren hablar....esta es la verdadera historia de lo que a diario enfrenta la ciudadanía de carne y hueso....tu en tu trinchera...y otras en tantas otras ....que se reproduce esa historía a la enésima potencia...en todos los frentes donde los seres humanos debemos dar la pelea....Sigue luchando ...tu hija te necesita....y cada paso que tomas...recuerda que abres camino para otras madres que vienen detrás....Tienes acceso a los medios...y debes empezar una campaña abierta sobre el asunto...
ReplyDeleteun abrazo,
Katherine
Ni te cuento lo que pasé el lunes en la Junta de Libertad Bajo Palabra....buscando documentos que tuve que litigar por siete años....y todavía las agencias no aprenden....y ahora pretenden que yo vaya a revisar más de 100 bitácoras para buscar información sobre uno de mis asaltantes....dizque debo ir a las cárceles....para ello...
Soy maestra pero antes que ser maestra, soy madre y entiendo perfectamente por lo que estás pasando. Tu reclamo me conmueve y me hace pensar en tantas cosas... como dices, mientras tengamos boca para denunciar, pero es tan alarmante que hayamos llegado hasta este punto.
ReplyDeleteMe he quedado pensando en todo esto que nos cuentas y me pregunto y te pregunto: Qué hubiese pasado si en lugar de llegar solo tú con tu hijita a esa oficina, solo ustedes dos, hubiesen llegado veinte personas más? Veinte personas acompañándote, veinte personas interesadas en que seas atendida adecuadamente. Espero tu respuesta!!!
ReplyDeleteSandra, indigna y conmueve.
ReplyDeleteEstos son los momentos que obligan a pensar que debemos buscar -comoquiera que sea- la manera de transformar desde la base el sistema de gobierno que tenemos. Sé que suena a utopía y lo que lo que se necesita son propuesta viables, pero tu caso dramatiza la trágica relidad de los gobiernos -todos- que tenemos y hemos tenido en lustros recientes...
Esa indignación que compartimos todos contigo se ceba con la impotencia ante la magnitud, solo del aparato burocrático que enfrenta, sino también de la ineptitud y la vocación por la mediocridad y corrupción de buena parte de quienes están en el gobierno, viviendo decaradamente con nuestro dinero...
Qué hacemos? La verdad no se me ocurre algo civilizado. Por lo pronto, solidaridad y mucho carño para tu hija y para ti...
Mario...
Sandra:
ReplyDeleteVía crucis, sin duda. Me encantó este desahogo. ¿Qué se hace para hacer país? Un abrazo. Los mensajes los encuentras donde menos los esperas. Aserivo lo de Katherine.
Cariños,