Monday, August 17, 2020

Primer día de clases de la “senior” (Relato de Facebook)



Hoy fue el primer día de clases del último año escolar, de mi querida hija Mariela Denise. ¡Llegó por fin a su cuarto año de escuela superior! ¡Es una “senior”!

¡Qué rápido vuela el tiempo! Siento como si hace unos días la tenía en brazos y la lactaba como bebé, o tenía que correr con ella en brazos, pañito en una mano y bulto al hombro, para cambiarle el pañal en el mismo carro, y después de estar por rato largo buscando un parking en el Centro Médico, y salir de allí a las millas, para llegar a tiempo al Hospital del Niño o al centro Explora para que no se perdiera sus terapias. De ahí, siempre a su escuelita. Esas carreras diarias, mañana y tarde, las veo ahora como si fuera una película en cámara lenta en mi mente. Algo tan lejano que no parece real en este momento actual.

Mi niña creció. Se me saltan las lágrimas de verla tan grande, casi una adulta. Mi hija. Mi amada hija ya es una “senior”. ¿Quién lo diría? Llegaste hija amada.


¡Qué muchos retos y muchos logros te han tocado vivir, hija querida!, pienso. La miro, y rememoro que desde el vientre, en su nacimiento, en su niñez y adolescencia, la única constante eran los retos. Que si no entendía, que si no escuchaba, que si no veía bien, que si ir a tal o a más cual especialista a hacerle las pruebas, que si se enfermaba, que si el IQ de 157 pero no hablaba, que si siempre estaba sola. Pero ella no. Ella seguía, desafiando a todos y a todo tipo de pronóstico y diagnóstico.

Así tocó piano, como pudo. Y violonchelo. Y después flauta y hasta trompeta. Ahora no quiere saber de ningún instrumento. Salió dibujando y pintando, sin tomar clases. Dibuja cuando ella quiere, no cuando se lo pido. Y aprendió italiano, y se defiende en japonés, pero no le gusta mucho ni el inglés ni el español. Esa es ella. Prefiere hacer pulseras de gomitas o bailar en sus vídeos de Tik Tok, que tener que leer de nuevo El Principito o The Hunger Games.


Ahora que está próxima a cumplir años, le toca un reto que muchos quizás jamás imaginamos: el vivir encerrada para cuidarse de una peligrosa pandemia. Tiene que aprender a distancia, como todos los niños de Puerto Rico, y del mundo.

No es algo nuevo, porque al final del semestre pasado tuvo un atisbo de eso. Primero fueron los shocks por los cierres que obligaron los terremotos y aprender a tener listas las mochilas de emergencia. Después llegó el Covid y el distanciamiento. El semestre se detuvo, casi en la recta final. Se hicieron arreglos. Por teléfono y hasta por Ipad. Llevamos seis meses en ese encierro, pero en realidad es hoy cuando comienza la educación total de manera virtual.

Yo la observo y me da una pena enorme el saber que no va a compartir con sus amigos de frente, ni a tener las experiencias que tuvimos todos los que nos gozamos nuestro último año de escuela superior. Las risas, los juegos, los chistes en los pasillos. Nada de eso lo puede hacer ella. Ahora conversa por WhatsApp o en llamadas en Zoom, o vídeo llamadas con sus amigas y amigos. A veces están hasta la madrugada texteando… ¡pero no es lo mismo! ¡Son tantas las cosas que no se viven a través de una computadora!, pensé. La pandemia lo cambió todo. ¡Qué estrés tanta cosa!


Llevamos desde junio buscando una computadora que no fuera super cara, y no se conseguía. En realidad, no hay nada en el mercado porque aquí todo es para el que tiene, no para quien necesita. Viendo los estantes vacíos en las tiendas de computadoras, le decía a mi hija que vivimos aquello que enfrentaron los cubanos en los 90 y que llamaron el Período Especial. Ella, tranquila, ni se inmutaba. Tuve que explicarle tres o cuatro veces qué era eso, pero para su generación, el Período Especial de Puerto Rico lleva tiempo. Creo que lo entendió al recordar tantos meses que estuvo sin electricidad como pasó tanta gente después del María. Si superó eso, cualquier cosa se pasa.

Cada vez que íbamos a una tienda y veíamos estantes de computadoras vacíos, me decía: “Ay Mamá, no importa. Compartimos y yo uso la tuya”, me decía. Tengo que aprender de ella a que las cosas me resbalen. Uno se preocupa por lo que de verdad sea difícil, porque todo siempre se resuelve, y ella resolvió. Su tía Magdin le regaló una laptop que nunca usaba, y su Abu le dio un monitor, así que ella empezó feliz su año escolar.


Hoy vi que sus maestros, como todos los educadores de esta patria, han echado el resto. Las madres, algunas abuelas y padres, estamos todos en estrés al enfrentar este entuerto de bregar con los celulares y las computadoras para tomar clases, pero todos juntos, podemos. Juntos aprendemos a sobrellevar la nueva realidad de este mundo distópico y enredado, de conexiones cibernéticas ni no táctiles. No hay otra alternativa.

“Tranquila Mamá, que todo es bueno”, me dijo. Yo sonreí y ahí comprendí, otra vez, su mensaje de siempre. Ví su esencia que es siempre estar sonreída y feliz. Esa es la clave. La actitud positiva. Esa fue la lección de hoy, otra vez. ¿El futuro? Para eso todavía hay tiempo. Tranquila. Por eso hoy doy gracias.

4 comments:

  1. Tranquila Sandra. Ese es el mensaje. Podemos... Ese es el mensaje. Y si no podemos no pasa nada. No tenemos que poder con todo. Ese es el mensaje.

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    1. Así es, Una se desespera tanto, y ellos tan tranquilos. Hay que hacerle caso

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