Hoy fue el primer día de clases del último año escolar,
de mi querida hija Mariela Denise. ¡Llegó por fin a su cuarto año de escuela
superior! ¡Es una “senior”!
¡Qué rápido vuela el tiempo! Siento como si
hace unos días la tenía en brazos y la lactaba como bebé, o tenía que correr
con ella en brazos, pañito en una mano y bulto al hombro, para cambiarle el
pañal en el mismo carro, y después de estar por rato largo buscando un parking
en el Centro Médico, y salir de allí a las millas, para llegar a tiempo al Hospital
del Niño o al centro Explora para que no se perdiera sus terapias. De ahí,
siempre a su escuelita. Esas carreras diarias, mañana y tarde, las veo ahora como
si fuera una película en cámara lenta en mi mente. Algo tan lejano que no
parece real en este momento actual.
Mi niña creció. Se me saltan las lágrimas de
verla tan grande, casi una adulta. Mi hija. Mi amada hija ya es una “senior”. ¿Quién
lo diría? Llegaste hija amada.

Así tocó piano, como pudo. Y violonchelo. Y
después flauta y hasta trompeta. Ahora no quiere saber de ningún instrumento. Salió
dibujando y pintando, sin tomar clases. Dibuja cuando ella quiere, no cuando se
lo pido. Y aprendió italiano, y se defiende en japonés, pero no le gusta mucho ni
el inglés ni el español. Esa es ella. Prefiere hacer pulseras de gomitas o
bailar en sus vídeos de Tik Tok, que tener que leer de nuevo El Principito o
The Hunger Games.
Ahora que está próxima a cumplir años, le toca
un reto que muchos quizás jamás imaginamos: el vivir encerrada para cuidarse de
una peligrosa pandemia. Tiene que aprender a distancia, como todos los niños de
Puerto Rico, y del mundo.
No es algo nuevo, porque al final del semestre
pasado tuvo un atisbo de eso. Primero fueron los shocks por los cierres que
obligaron los terremotos y aprender a tener listas las mochilas de emergencia.
Después llegó el Covid y el distanciamiento. El semestre se detuvo, casi en la
recta final. Se hicieron arreglos. Por teléfono y hasta por Ipad. Llevamos seis
meses en ese encierro, pero en realidad es hoy cuando comienza la educación total
de manera virtual.
Yo la observo y me da una pena enorme el saber
que no va a compartir con sus amigos de frente, ni a tener las experiencias que
tuvimos todos los que nos gozamos nuestro último año de escuela superior. Las
risas, los juegos, los chistes en los pasillos. Nada de eso lo puede hacer
ella. Ahora conversa por WhatsApp o en llamadas en Zoom, o vídeo llamadas con
sus amigas y amigos. A veces están hasta la madrugada texteando… ¡pero no es lo
mismo! ¡Son tantas las cosas que no se viven a través de una computadora!,
pensé. La pandemia lo cambió todo. ¡Qué estrés tanta cosa!
Llevamos desde junio buscando una computadora que
no fuera super cara, y no se conseguía. En realidad, no hay nada en el mercado
porque aquí todo es para el que tiene, no para quien necesita. Viendo los
estantes vacíos en las tiendas de computadoras, le decía a mi hija que vivimos aquello
que enfrentaron los cubanos en los 90 y que llamaron el Período Especial. Ella,
tranquila, ni se inmutaba. Tuve que explicarle tres o cuatro veces qué era eso,
pero para su generación, el Período Especial de Puerto Rico lleva tiempo. Creo
que lo entendió al recordar tantos meses que estuvo sin electricidad como pasó
tanta gente después del María. Si superó eso, cualquier cosa se pasa.
Cada vez que íbamos a una tienda y veíamos estantes
de computadoras vacíos, me decía: “Ay Mamá, no importa. Compartimos y yo uso la
tuya”, me decía. Tengo que aprender de ella a que las cosas me resbalen. Uno se
preocupa por lo que de verdad sea difícil, porque todo siempre se resuelve, y ella
resolvió. Su tía Magdin le regaló una laptop que nunca usaba, y su Abu le dio
un monitor, así que ella empezó feliz su año escolar.
Hoy vi que sus maestros, como todos los
educadores de esta patria, han echado el resto. Las madres, algunas abuelas y
padres, estamos todos en estrés al enfrentar este entuerto de bregar con los
celulares y las computadoras para tomar clases, pero todos juntos, podemos. Juntos
aprendemos a sobrellevar la nueva realidad de este mundo distópico y enredado,
de conexiones cibernéticas ni no táctiles. No hay otra alternativa.
“Tranquila Mamá, que todo es bueno”, me dijo.
Yo sonreí y ahí comprendí, otra vez, su mensaje de siempre. Ví su esencia que
es siempre estar sonreída y feliz. Esa es la clave. La actitud positiva. Esa fue
la lección de hoy, otra vez. ¿El futuro? Para eso todavía hay tiempo. Tranquila.
Por eso hoy doy gracias.
Ella es un pedacito de cielo...
ReplyDeleteY ella te adora
DeleteTranquila Sandra. Ese es el mensaje. Podemos... Ese es el mensaje. Y si no podemos no pasa nada. No tenemos que poder con todo. Ese es el mensaje.
ReplyDeleteAsí es, Una se desespera tanto, y ellos tan tranquilos. Hay que hacerle caso
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