Tuesday, October 4, 2016

Edgardo



Trombón en mano, el espigado joven de hermosos ojos verdes se vira hacia su izquierda y dice amablemente: "Hola".

Ella, sentada justo a su lado, ni siquiera se inmutó. Ni lo miró. Siguió sentada erguida, con ese porte innato que tiene y que la hace lucir como una modelo, sin serlo.

Él, avergonzado, se sonrojó un poco, bajó la mirada y calló.  Fue entonces cuando yo intervine. Me levanté lo más rápido que la hinchazón que provoca esto que creo que es Zika me dejó, y caminé hasta donde ellos.

La toqué por su hombro para que me mirara y lo abracé a él diciéndole "es que ella no te oye por ese oído".

"¡Ah!", dijo él. Ella entonces sonrió, lo miró  de frente y sonriendo le dijo: "No te escucho porque soy sorda parcial pero te escucho por el izquierdo", dijo, señala do esa oreja.

El sonrió y nos dijo a ambas que tiene un hermanito que no escucha. "Yo sólo quería decirte que no te asustes si hoy toco duro el trombón", dijo él.

"Pues no me asusto nada. Me gusta mucho el sonido y la música", dijo ella.


Y yo callé. Me fui a mi silla, a esa área designada para las madres que siempre venimos a ver a nuestros hijos ensayar en la orquesta.

Me fui, tragando, y con un poquito apretado el corazón pensando en cuántas veces ella se habrá perdido la oportunidad de hacer amigos porque no se dio cuenta que ellos le hablaron. Pensando también en lo mucho que la gente se burla a veces sin saber los retos que se viven a diario. Pero pensé que así es la vida.

Entonces la miré y ella estaba sonriendo y conversando con su compañero de la banda. Fue entonces que entendí que de eso se trata la vida. De seguir hacia adelante, sonriendo, y con la frente en alto.

"Hola" a la vida. "Hola" a la alegría

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