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Pobrecito Pookie Santa Claus, con cara de susto |
Mariela habita como yo en un mundo lleno de
cuentos y colores. Hace unos momentos me acaba de inventar esta historia,
mientras le daba por obligar al pobre perro a vestirse de Santa Claus. El pobrecito se pasó toda la tarde en su
groomer, cosa que como a cualquier perro, no le gusta. Y al llegar a casa, le tocó, obligado, la
pasarela a la que ella lo sometió.
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“Mamá,
voy a hacer un cuento de Navidad. Había una vez un perro que se llamaba Pookie
Santa Claus. Yo le puse ese nombre porque
sí, pero no era Santa Claus de verdad, es mi perro, pero esto es como un
cuento”, me dice.
Yo comienzo a reír sin parar, y rauda y veloz saco el celular, y empiezo a
retratarla en sus inventos. El pobre perro tenía una cara de resignación. Sabe
que cuando a Mariela le da con jugar, tiene que dejarla.
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“No
te rías Mamá que esto es un cuento”, me dice, mientras se pone seria.
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“Ay,
perdón. Ok, no me río”, le digo. “Sigue”.
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“Pookie
es como yo, que hace lo mismo”, dice, y se queda pensando.
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“¿Cómo
qué cosas hace?”, le pregunto.
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Mariela, feliz, se dispone a vestir al perro que ya puso la mirada de resignación. |
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“Mamá,
no hables”, me ordena y yo callo. “Pues Pookie camina, siempre está en el
medio, y es bien chavón. Pero en verdad es como loquito como yo. A veces él se
acuesta en mi lado de la cama y me mira mucho a mi cuando estoy haciendo mis
cosas…Hola Pookie. Hoy eres Santa Claus”, dice. Y sin parar continúa: “Eres
Santa Claus porque yo te quiero mucho. Ven aquí. Bésame”, le dice, y el perro, obedece.
Va y le lame la mano.