“No te quejes”. Esa es mi frase favorita. Siempre
he sabido de su existencia pero desde hace 11 años la he ido convirtiendo, poco a poco, en mi mantra.
“Ay que si estoy sin trabajo”. “Ay que todo
está tan caro”. “Mi marido me abandonó”. “Mi mujer pelea mucho”. “Mis hijos me
tienen loca”. “Las deudas me abruman”. “Me duelen los huesos”. “Tengo alta
presión”. “Estoy enfermo”. “Estoy harto
de mi trabajo”. “Tengo demasiado estrés”. “Estoy cansado”. “Que si los chavos
no me dan”. “Que me chocaron el carro y no sé quién fue”. “Que perdí a un ser
querido”. “Que estoy gordo/flaco/viejo/calvo/soltera/divorciada/casada… etc…” En fin, son miles las quejas que una escucha a
diario donde quiera que me meta. ¡Parecería que en Puerto Rico vivimos en el
país de las quejas!
Nos quejamos de la economía, del gobierno, de
las tiendas, de todo. Sin embargo, pocas veces nos detenemos a mirar a nuestro
alrededor que siempre hay alguien en peor condición que uno.
No, no se trata de ser conformista o mártir. Se
trata simplemente de coger aire y darse cuenta de que por más que uno se queje,
siempre una tiene cerca a alguien que las está pasando peor. Tanto he aprendido
a no quejarme que cuando escucho quejas continuas de alguien, simplemente me
callo o me voy del lugar porque no las tolero en mi sistema. En realidad me
hacen daño.
Yo he ido aprendiendo a dejar de quejarme sin
razón, gracias a mi hija y a su entorno. Lo he ido aprendiendo desde que nació.
Bueno, pienso que estas madres a veces tienen
situaciones más difíciles de sobrellevar. Un hijo ciego, o que no camina, o que
vive en el mundo aislado de los autistas, que tiene retardo mental o que necesita
ayuda hasta para comer, ciertamente son casos mucho más complicados que el mío
o que el de cualquier otra persona. Y lo más interesante de todos estos casos
es que casi siempre son madres que tienen una sonrisa a flor de piel. Sí, puede
que les veas las arrugas si son muy blancas o las marcas de tensión por largas
jornadas con sus hijos, pero son madres felices. Son felices porque han
aceptado su situación y entienden que lo único que puede detener y detener el
desarrollo de sus hijos son ellas mismas.
Hoy pensé en esta frase de “no te quejes” porque
recordé a tantas amigas en esas circunstancias y porque, como pasa casi todos
los días, mi hija me volvió a dar una lección hoy. Ella estuvo todo el fin de
semana en un taller de piano Suzuki con el profesor Bruce Henderson y anda
emocionada porque la seleccionaron. Practicó y practicó por las pasadas dos
semanas, y lo hizo muy bien que hasta recibió su certificado el sábado. Pero
hoy lunes, fue otra historia.
Quizás sería el cansancio que le afectó los músculos
en el lado que tiene la parálisis, pero le temblaba la mano y hoy casi no podía
tocar piano en su clase. Pensé, para animarme yo, que era porque ella tuvo un
día largo, que al ser lunes tuvo muchas tareas en la escuela o que estaba
simplemente cansada. Pensé en todo al verla temblar y temblar. La grabé en vídeo
ese primer intento y me sentí frustrada y triste.
Pero ocurrió un milagro ante mis ojos. A pesar
de los temblores ella siguió hacia adelante. Le molestó su mano, pero continuó
sin parar. Volví a grabarla desde mi celular y ví como completó la práctica de
piano.
Entonces pensé que esa era la lección de hoy.
Ya basta de las quejas. No vale la pena quejarse sin actuar. Mi hija me enseñó
de nuevo hoy que recuerde el mantra. Parecía decirme con sus actos que cada vez
que me sienta decaída, “no te quejes”. Hay que moverse. Eso lo aprendí hoy y
puedo descansar tranquila.
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Do not be conformed to this world, but be transformed by the renewal of your mind, that by testing you may discern what is the will of God, what is good and acceptable and perfect. Romans 12:2
Hermoso.
ReplyDeleteNo nos quejemos.
Gracias a ti, Sandra, por compartirlo. Yo no me voy a quejar. Hay tanto por hacer. Un abrazo.
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