Esto pasó
esta mañana de camino a la escuela:
-“Mamá, tengo el corazón que me late con coraje”, me dice ella.
-“Mamá, tengo el corazón que me late con coraje”, me dice ella.
- “¿Con
coraje? ¿Y por qué con coraje?”, le
pregunté yo por respuesta.
- “Porque no quiero
ir a la escuela. Quiero seguir durmiendo Mamá. Yo soy muy vieja para ir a la
escuela. Allí van niñitos”, me respondió.
Yo quería reírme a carcajadas porque es una de sus típicas
ocurrencias, pero me mordí la lengua para que no se molestara. “¿Tú no quieres
ira a la escuela? ¿De verdad? No te entiendo porque siempre me dices que te
gusta ir a la escuela y que vas a ver a tus amigos. Y a la escuela van niños de
todas las edades. Tu todavía eres una niña, no una vieja ¿Por qué no quieres
ir?”.
-“Es que ya mismo yo cumplo 10 años Mamá”, me dice.
-“Eso no es excusa. Tienes que ir y te va a gustar”, le
dije.
-“Ok Mamá, pero yo quería seguir durmiendo”, me dijo.
El desánimo fue momentáneo porque al minuto y medio de
decir esa oración nos estábamos estacionando frente a su Centro Educativo
Subiry y ella divisó a su amiga Yiviangely. Se le olvidó todo y empezó a gritar
de alegría. “Mamá mira mis amigos, y a mis maestras. Quiero ver a maestra
Alicia. Ojalá que sea mi maestra de grupo quinto”, me dijo, y bajó corriendo a
abrazar a sus compañeros de clase. Se le olvidó el cansancio, la viejera y el
sueño. Atrás quedaron las quejas. Se olvidó de mí.
Es que hoy, como vivieron miles de niños en las escuelas
públicas y muchas de las privadas del país, fue el primer día de clases.
Bulto nuevo, libretas nuevas. Lápices, crayolas y materiales. Ropa nueva porque en el verano creció más de dos pulgadas de alta. Llegó a una escuela pintada, ordenada, en la que se nota que aún no habían empezado las carreras y juegos infantiles.
De regreso a la rutina que a ella la agobia y a mí a veces me estrangula. A las asignaciones y a estudiar
para exámenes. Leer tres o cuatro veces para que entienda lo que otros captan
en dos minutos. Ya mañana empieza la primera de sus 11 terapias semanales
además del montón de terapias alternas disfrazadas de piano y quizás de clases
de natación, para que no se le quede inmóvil la mano o el pie izquierdo. Y a
las citas médicas de especialistas. Y a las pruebas médicas, del habla, física,
ocupacional, psicométricas, psicológicas y educativas.
Y a buscar los audífonos y quizás espejuelos, o los
posibles bracers.
Y a que el pelo le quede exacto, especialmente cuando
pide me dice “Mamá, péiname como Frida Khalo para ir a la escuela”, o como
ahora, que pretende que la peine como Katy Perry o de Lady Gaga.
Y a las tennis
de educación física que no quiere porque no brillan o el pantalón que se le
baja o las uñas de colores “fashion”
como mamá.
Y vuelven las
discusiones y el inconformismo porque todo tiene que quedar perfecto, porque es
terca, un poco voluntariosa y tiene un genio algo recio que le impide quedarse
callada, tres características que no sé si es por desgracia o por virtud, heredó
de mi.
De vuelta hoy con todo eso a la rutina semestral que es
volver a clases. Pero con el mismo tedio que puede ser esa rutina, regresa el ímpetu
de la alegría.
Regresa la esperanza dibujada en su sonrisa, en el brillo
de sus ojos o en sus gritos de “lo hice”, “qué bueno” o de “yo pude, Mamá”,
cada vez que logra pasar alguno de sus retos, o viene con las notas de A o B de
siempre.
Regresan sus coreografías mirándose al espejo mientras se
peina su larga cabellera, o los bailecitos que inventa al lograr terminar un
acorde al piano.
Vuelven las risitas continuas, sus ji-ji-ji, por
cualquier excusa.
Se repiten también los silencios de su constante soledad
infantil matizados por los abrazos en los que me da más consuelo que el que ella
puede, a veces, encontrar en mi, porque ella es más fuerte que yo.
Remprendemos el vuelo al trabajo y a la cotidianidad juntas,
ella y yo, con nuestro único apoyo constante que es mi madre y su abuela.
Pensé que hoy retorna la normalidad en mi vida.
Hoy fue el Back to School.
Sandra. Cuanto me has echo reír y llorar. Eres un ser especial al igual q Mariela. Eres ejemplo para mucho q se quejan y no tienen tanto trabajo como nosotras. Ellos tienen su propósito y así lo destino Dios. Por eso, Dios le da hijos especiales a padres especiales como nosotras. Tqm.
ReplyDeleteGracias Yolanda
Delete