Duerme abrazada a una sirena. Es una pequeña muñeca de trapo, con ojos de
botones azules que le compré a una artesana en el Festival de Claridad. Cuando
no duerme con esa, agarra la Barbie sirena, o una que le regaló su abuela Epa
que es más grande, con el pelo rosa, y las escamas en lentejuelas azules y
violetas. Esa le encanta, creo que por que tiene bling. Vive soñando con las sirenas.
-“Las sirenas no existen”, le dije ayer,
un poco cansada de su insistencia con ese tema.
- “Oh sí. Tú no sabes nada”, me
responde, molesta.
-“Es una fantasía”, le respondí,
pensando en que le había cambiado el cover
de Frida Khalo al celular y sacó uno con una cola de sirena azul, y el wallpaper en su celular está lleno de
imágenes de sirenas de pelo rojo. Recordé también que esta semana quería llevarse
sus colas de “mermaids” para nadar en
el Natatorio con sus compañeros y no la dejé. Anticipaba que no se lo iban a
permitir, y lo hice previniendo un mal rato. Entonces, ella interrumpe mis
pensamientos.
-“No es ninguna fantasía”, dice,
frunciendo el ceño y apretando los labios. “Me lo dijo Abuelita que ellas duermen
de día y salen de noche para que no las vean, y no las capturen y no las maten.
Nadan bien rápido y tienen poderes”.
-“Te digo que es una ilusión. Es una
fantasía. No es real. No digas esas cosas porque la gente se va a reír de ti.
Ya muchos lo hacen”, le contesto, pensando en las miradas burlonas, los
desprecios y los rechazos. No sé por qué Mami le dice esas cosas a ella. Le alimenta
sus fantasías todo el tiempo, y después tengo que yo ser quien la trae a la
realidad.
Tiene dieciséis años. Edad de tener noviecitos,
ir a bailes, comprarse maquillajes y sacar la licencia de conducir. Ninguna de
esas cosas las vive ella. Traté de comprarle unas sandalias altas en una ocasión,
y me dijo que le daba miedo caminar con tacos, pero que quizás lo haría después.
Primero quería preguntarle a su prima Patty cómo hacerlo. Y no se los compré. Tampoco ella le
preguntó a su prima. Lo sé porque me lo dijo. Prefiere quedarse viendo películas
o grabando vídeos bailando. No va a parties,
ni sale con amiguitas a Plaza, no usa shorts, ni se maquilla. Es una niñita,
pero en un cuerpo de mujer.
Mientras los adolescentes de su edad
andan en esas, la mía vive en un mundo mágico, de ilusiones. Yo nunca la veré
guiando un carro. Sé que no puede, y acepto esa realidad. Se también que casi siempre
está sola, y que la rechazan hasta los que dicen protegerla y educarla, porque
no es igual a los demás. Porque se marea y convulsa, porque no oye. Porque
habla, y a veces no se le entiende lo que dice. Pero sé que es feliz. Es su
mundo y su realidad. Le brillan los ojos cuando sabe que viene una película
nueva de los Avengers o de Disney. Ya tengo que llevarla a ver Aladdin. Y sé que
le voy a comprar colas nuevas de sirenas para que se las ponga este verano en
la piscina.
-“Las sirenas existen para tratar de
curar los mares y proteger los océanos del daño que los humanos hacen destruyendo
el ambiente con todo lo malo y lo sucio, y con las peleas y las guerras Mamá.
Por eso existen las sirenas, porque son buenas y viven para hacer la magia”, me
respondió.
-“Hija mía, perdóname porque tienes razón”,
le dije. “Las sirenas sí existen”.
Sí, existen, aunque los adultos hayamos borrado la memoria, una vez lo supimos. Ella es un ángel vestida de humana. Alguna misión tendrá. Dios la bendiga.
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