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Linda Carter, la Mujer Maravilla original. |
(Esto es para Wilton Vargas y para Julizzette
Colón Bilbraut, que sé que son fanáticos de la Mujer Maravilla)
Mi cuento de Wonder Woman.
Yo siempre volvía loca a mami pidiéndole que me
cosiera la ropa del personaje que estuviera de moda. Princesas, artistas,
superhéroes, modelos, lo que fuera, Mami siempre me complacía a mí y a mis
hermanos. A ellos les cosía los de He-Man, o de Superman, o los bermudas tipo
Playero con velcro, de la tela que fuera. Toda mi vida fue así. Una vez hasta
con un brazo roto y enyesado se sentó en la máquina de coser y me hizo un traje
de volantes, en tafeta de colores. Sí, de esos que se usaban entonces con altas
hombreras, para un disco party que tenía del equipo de natación. Por eso es que
soy así con mi hija porque tengo el ejemplo de mami.
Pero bueno, cuando yo tenía como seis años le
pedí que me hiciera un traje de Wonder Woman. Mami era ama de casa y Papi era
investigador en el Departamento del Trabajo. Éramos tres nenes más un primo que
prácticamente vivía con nosotros y no había dinero con un solo salario y tantas
bocas para alimentar, pero yo nunca supe cómo ella se las ingeniaba para crear
las cosas. Nos entretenía. Nos llevaba de paseo a la pocita en el Condado, al
Morro a volar chiringas o caminábamos cerca hasta la Calle Loíza a ver las
tiendas o a coger sol, íbamos al supermercado Pueblo en la De Diego. Nunca nos
aburríamos. Toda la vida tuvo una creatividad para inventárselas en el aire con
tantos nenes a la vez. Ninguna de sus hermanas era como ella en eso. Ella
creaba magia de lo que fuera.
Hacía un castillo para mis Barbies con cajas de
cartón. Una vez me hizo un edificio de apartamentos y en los pisos puso retazos
de alfombras. Las sillas eran latas de salchichas a las que les cosió cojines.
Era la envidia de mis amiguitas que sí tenían la casa de la Barbie. A mis
hermanos les inventaba pinturas para el Falcón milenario de Star Wars o los
enseñaba a defenderse de los bullies y a boxear, lo que papi no hacía. Ella
siempre nos inventaba cosas cuando se lo pedíamos. Y yo quería ser Wonder
Woman, pero no había dinero para comprar en González Padín el traje.
Así que compró un tubo rojo barato de esos de elástico.
Así se le decía a los tops que estiraban y las muchachas se ponían en los años
70 y 80. Entonces cogió unos pantalones cortitos azules que yo tenía, les hizo
unas puntadas, agarró un pote de escarcha color oro, pega, y unos stickers de
estrellas plateadas que vendían en la Farmacia Potín al frente de mi escuela
que entonces era el Sagrado Corazón allá en la parada 24 en Santurce, y empezó
a pegar las estrellas al pantalón. Pero se le despegaban, así que les hizo una
costura en el centro.
La obra de arte fue el tubo rojo, al que le
dibujó un águila en pega y le puso ahí encima la escharcha dorada. Entonces cogió unos cartapacios que papi
tenía en el escritorio, los cortó y los pintó de amarillo, y les pintó una
estrella roja en el centro. Hizo uno para cada mano y me hizo una corona. En
vez de botas, me puso medias rojas, y ya.
Yo era Wonder Woman.